Cartagena de Indias ciudad histórica y de leyendas, bañada por el mar Caribe, se muestra hoy excepcional por el conjunto arquitectónico que conserva. Sus calles y sus plazas se recorren con admiración a la sombra de los balcones de madera que cuelgan de las casas coloniales.

Cartagena de Indias fue fundada en 1533, por el madrileño Don Pedro de Heredia, la ciudad fue fortificada durante los siglos XVII y XVIII, con solidadas murallas y castillos para defenderlas de piratas, corsarios y de ejército que buscaban el saqueo de riquezas acumuladas por el comercio de valiosas mercancías y de esclavos.

La historia de Cartagena de Indias fue marcada por diferentes sucesos relevantes que trascurrieron desde su conquista hasta la independencia.

Actualmente, Cartagena de Indias es conocida como un destino turístico a nivel nacional e internacional, declarada por la UNESCO Patrimonio Histórico de la Humanidad en 1984, por sus atractivos naturales, arquitectónicos, culturales e históricos. Entre ellos se destaca el Palacio de la Inquisición, el Castillo de San Felipe de Barajas, la Iglesia San Pedro Claver, el Cerro de la Popa, las Murallas de Cartagena. Hoy por hoy estos sitios están dentro del grupo de los monumentos más visitados por los turistas.

MUSEO PALACIO DE LA INQUISICION


Esta edificación es considerada por muchos arquitectos e historiadores, como la mejor representante de la arquitectura civil del siglo XVIII en Cartagena. Fué edificada frente a la actual Plaza de Bolívar, en los lotes que ocuparon tres casas que el Santo Oficio había arrendado desde 1610 cuando inició sus actividades y que demolió en 1630, una vez las adquirió y decidió construir su sede.

Durante el bombardeo realizado por Vernon a la ciudad en 1714, una bomba desmanteló la casa y hubo que derribarla. A raíz de la falta de recursos, el inmueble que albergaba la sede de los Tribunales y servía como cárcel, no pudo ser reconstruida sino hasta 1770, tiempo durante el cual, el Tribunal tuvo que funcionar en la casa del inquisidor más antiguo.

La fachada del Palacio de la Inquisición, se destaca por sus rejas en la planta baja y los balcones en el piso superior, presentando la fisionomía características de las casonas coloniales de Cartagena, y su portada, es uno de los ejemplos más significativos del Barroco en nuestro territorio, las pilastras rehundidas que flaquean la  puerta sostienen un entablamiento, cuyo friso está decorado con estrías verticales a modo de triglifos colocados encima de las pilastras y de la clave. El frontón dibuja una amplia y caprichosa curva, cuyo tímpano está ocupado por un escudo rodeado de una moldura mixtilínea terminada en espirales. Otra moldura mixtilínea encierra todo el conjunto de la portada, que como otro detalle del barroquismo, presenta complicadas molduras en las jambas y arco de la puerta. Sobre las espirales de la moldura anterior hay una ventana con una cruz que tiene en el fondo una inscripción que indica la fecha en que se construyó; en el año de 1770.











Sobre esta fachada principal, aún se pueden ver los restos del escudo del Tribunal que fué destruido por los patriotas el 11 de noviembre de 1811, quienes también quemaron todos los archivos. A partir de esta fecha la casa donde funcionó el Tribunal del Santo Oficio en la ciudad de Cartagena de indias, fue otorgada al General Juan Manuel Arrubla, en pago de servicios,  y de mano de éste, pasó durante más de un siglo, a manos de particulares, hasta que fue readquirida por la nación en el año 1950.   

Al interior, la construcción se organiza alrededor de un patio central, rodeado por arcos de medio punto apoyados en pilares ochavados. En la fachada lateral, sobre la antigua calle de La Inquisición, aún se encuentra una pequeña ventana, defendida por una gruesa reja, que sirvió como buzón secreto donde se depositaban las denuncias que hacían los ciudadanos de manera anónima ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, y que daba lugar a largos y minuciosos procesos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       




                                                                                                                                                                                                                                                       
En los años cincuenta del siglo XX,  y con el fin de ser adaptada como Sede de la Academia de Historia de Cartagena, esta casa fué sometida a un proceso de restauración por Miguel S. Guerrero y el conocido historiador de la ciudad Donaldo Bossa Herazo, quien a pesar de estar bien intencionado en la restauración, la despejó de los pañetes  originales, hechos con base en cal, y los reemplazó por un revoque de cemento, acción que despojó a la casa  de una  parte importante de su historia por cuanto en la actualidad, hay evidencia que este inmueble , poseyó pintura mural, oculto bajo diferentes capas de pintura, que fué irremediablemente destruida al reemplazar el pañete. En el año de 1997, y con recursos de la Nación, se inició nuevamente un proceso de restauración que buscó recuperar en la casa, elementos que perdió en las anteriores restauraciones, para permitir que continuara como Sede de la Academia de Historia y que además pudiera servir como Archivo Histórico de la ciudad.

IGLESIA SAN PEDRO CLAVER



IGLESIA SAN PEDRO CLAVER

El convento fue fundado por los sacerdotes Jesuitas Francisco Perlin y Hernando Núñez, según real cedula de Rey Felipe III en 1603, con los dineros de la Catalina de Cabrera y Manuel Artiño, siendo de puro estilo colonial.

La edificación del templo se realiza entre 1965 y de 1742 y todo el conjunto recibe el nombre de San Ignacio de Loyola, luego de San Juan de Dios y por ultimo de San Pedro Claver.

En 1767 los jesuitas fueron desterrados por el Rey Carlos III y la edificación pasó a mano del gobierno colonial, regresaron en 1844, seis años mas tarde fueron expulsados hasta que se establecieron definitivamente en 1886.

San Pedro Claver  habito en el convento desde 1616 hasta su muerte en 1654, y el santuario tomo su nombre apartir de 1888, cuanto el santo redentor de los esclavos fue canonizado por el papa León XVIII. Se considera como el más elegante y el más sólido de Cartagena, siendo además el más monumental y de mayor importancia arquitectónica de la ciudad.

Esta inspirado en el templo de Jesús ubicado en Roma. La fachada esta simulada en piedra de tonos dorados y es de estilo manierista, es una imitación en roca.
 
Los techos son abovedados y recibieron el bombardeo que sobre ellos desato el Almirante Vernon en 1741. El templo es de tres naves, el altar mayor de la principal tiene tres clase de mármol: rosado blanco y negro, y fue realizado en Génova por el escultor Italiano Vittorio   Montarsolo. En el centro de este se encuentra San Pedro Claver, con la mirada dirigida al cielo, en los lados hay dos grandes escudos, que pertenecen al Papa León XIII y al obispo Eugenio Biffi.

En las naves laterales encontramos las capillas del sagrado corazón, San Francisco Javier, San Ignacio, La inmaculada Concepción, Santo Cristo, San José, la Beata Mariana de Jesús y San Rafael.

En el entresuelo del claustro se encuentra el aposento donde murió el Santo, con el piso de madera Original, muy deteriorada por el tiempo, y un museo de arte religioso. A la entrada vemos las campanas que anunciaron la libertad el 11 de noviembre de 1811, en el templo de San Francisco. En el patio existe un palo de caimito, con más de 200 años de existencia, y un aljibe con su antiguo brocal, sitio en donde Claver bautizaba a los esclavos africanos.

En el lado de las calles de las rondas, la edificación del convento muestra un balcón corrido en el tercer piso, siendo considerado el de mayor longitud en Cartagena y sobre el se abren 17 puertas.

Tiene en el coro, un órgano de tubo, el cual fue regalado por el Papa León XVIII, en 1888 y los  barandales datan de 1794, su cúpula es obra del arquitecto francés Gastón Lelarge, que modifico la antigua, con figura de “media naranja” en 1921.

Los restos del santo se encuentran reposando en una urna de metal dorado con cristales, desde 1889, en el altar mayor del santuario.


IGLESIA Y CONVENTO DE LA POPA

El Cerro de La Popa es el accidente geográfico más elevado  de la ciudad de Cartagena de Indias. Los españoles que lo descubrieron en 1510 se imaginaron ver una enorme galera que sobresalía del mar, por lo que lo llamaron Cerro de la Galera, y a la cima, "La Popa de la Galera". Posteriormente, los antiguos cartageneros también lo llamaron Cerro de la Cruz por la cruz que lo corona. Sobre su cima se encuentra una hermosa iglesia y convento colonial construidos entre 1609 y 1611. El claustro del convento de la Popa es uno de los más bellos de la ciudad colonial de Cartagena y de toda Colombia.
Parece ser que en los años de la Colonia existía en su cima un adoratorio Clandestino donde los indios y esclavos africanos adoraban a una deidad llamada "Buziriaco" o "Cabro Urí" que tenía apariencia de un macho cabrío. La leyenda cuenta que entonces fray Alonso de la Cruz Paredes, agustino recoleto, quién se encontraba apartado en el desierto de Ráquira (Boyacá), recibió en un sueño la orden de la virgen María de erigirle un monasterio en el lugar más elevado de una ciudad costanera. Fue así como el monje viajó hasta Cartagena y sobre el cerro de la Popa llevó a cabo la mision ordenada. A su llegada a la ciudad arrebató el cabro Busiraco y lo arrojó cuesta abajo. Desde entonces el sitio se conoce como el Salto del Cabrón y su culto fue reemplazado por el de la imagen venerada de la Virgen de la Candelaria, una pintura de origen colonial que representa a la virgen de raza negra y que hoy es patrona de la ciudad de Cartagena de Indias.
Se cree que la construcción del templo y convento de la Popa demoró mucho más de lo previsto por los continuos saboteos de Busiraco en forma de truenos, rayos, lluvias y vendavales. En época Colonial y hasta la abolición de la Esclavitud los negros africanos establecidos en la ciudad y sus alrededores tenían permiso de celebrar las fiestas de la Virgen de la Candelaria donde hacía demostraciones de sus celebraciones y donde surgió el ritmo musical de la Cumbia.



El convento de la Popa dejó de ser habitado por los Padres agustinos desde 1822 hasta 1963 a causa de la desamortización ordenada por las autoridades civiles. Siempre ha sido el Santuario de la Virgen de la Candelaria, Patrona de Cartagena, y su imagen, que se encuentra en el retablo dorado de la capilla, es muy venerada por el Pueblo de católico de la ciudad y alrededores. El Papa Juan Pablo II coronó canónicamente la Virgen el domingo 6 de julio de 1986 en su visita Apostólica a Cartagena.


LAS MURALLAS DE CARTAGENA


La urgencia de atender a la defensa del imperio, gravemente minado por la actividad corsaria, puso en marcha por encargo expreso del rey Felipe II la misión del Mariscal de Campo Luís de Tejada y del ingeniero Bautista Antonelli en 1587.

Para Cartagena, ya identificada como una de las llaves del imperio, punto de vital importancia para la protección del Caribe Sur y de las comunicaciones por el Istmo de Panamá con el riquísimo virreinato del Perú, Antonelli proyectó un recinto amurallado correcto y práctico que se ajusta disciplinadamente a las circunstancias topográficas del sitio.


Baluarte de Santo Domingo 
Es el Baluarte de Santo Domingo hacia 1602, donde el esquema de Antonelli comienza a plasmarse. Sobre la Avenida misma por donde Francis Drake había penetrado en Cartagena, Roda decide cimentar el primero de los grandes baluartes. La ciudad no tenía aún, reductos en piedra y sus pocos defensores apostados en una trinchera apresuradamente dispuesta en el estrecho istmo que separaba Bocagrande de la ciudad, justo donde pasa hoy la avenida Santander, nada pudieron hacer frente a los invasores.

San Felipe (Nombre dado inicialmente) fue modelo de las proporciones regladas por la Escuela italiana de fortificación. En su cuello o gola se abrían a ras de piso las plazas bajas para los cañones que debían flanquear las cortinas de ambos lados cruzando fuegos, a derecha e izquierda, con los pequeños baluartes vecinos de Santiago y La Cruz.

A principios del siglo XVIII, durante las sustanciales reformas y reconstrucciones del ingeniero Juan de Herrera y Sotomayor, desaparecieron las plazas bajas, pero subsisten a ambos lados de la rampa, las bóvedas que les servían de acceso. También quedan, veinte metros a la izquierda en la contramuralla, los testigos del dintel de la tapiada puerta de San Felipe. Don Juan de Herrera la trasladó a sitio más seguro en el lado opuesto del baluarte, por donde todavía se puede transitar tranquilamente.

Desde antes de Juan de Herrera, el baluarte había sido rebautizado con el nombre de Santa María, pero al fin de cuentas ni San Felipe ni Santa María hicieron carrera. El vulgo terminó por llamarlo, como a la puerta contigua, Santo Domingo, por el convento vecino que desde el siglo XU prestó su nombre a la toponimia de ese rincón de Cartagena.

Baluarte de Santa Catalina y San Lucas
Así como Santo Domingo era la llave de la defensa de Cartagena por el sureste, Santa Catalina y San Lucas los protegían por el noreste. Esto baluartes eran los encargados de impedir el acceso enemigo por la peligrosa avenida de Cruz Grande, lo que hoy llamaríamos el Cabrero, Marbella y Crespo hasta la Boquilla. Cristóbal de Roda siempre siguiendo la traza de su tío Antonelli, pero acomodándose mejor al terreno, avanza los baluartes en dirección de la Boquilla dejando detrás de ellos los terrenos baldíos que habrían de conformar la enorme huerta del Convento de San Diego y paliar no poco con sus frutos y la abundancia de jagüeyes, los rigores de los sitios a que sería sometida la ciudad.

Los primitivos baluartes de Santa Catalina y San Lucas, uno sobre el mar y el otro sobre el caño de Juan Angola, flanqueaban desde sus plazas bajas, como Santo Domingo, la cortina que cerraba el recinto y que abrigaba en su centro, la puerta de Santa Catalina.

Terminados en 1638, San Lucas y sobretodo Santa Catalina, sufrirán mucho por los embates del mar y especialmente por las voladuras de los franceses del Barón de Pointis durante la toma y ocupación de la ciudad en 1697. La reconstrucción 1719, como la de todas las averiadas defensas de Cartagena, correrá a cargo del incansable y competente Maestre de Campo Juan de Herrera y Sotomayor. Igual que en Santo Domingo, desaparecen las plazas bajas y se reubica la puerta al otro lado del baluarte de San Lucas en su emplazamiento actual Se reparan además, los aljibes públicos y sus canales colectores y se le roba al mar, construyendo espolones con cajones de madera rellenos con piedras, una pequeña playa que proteja el baluarte de Santa Catalina de los temporales y que será la antecesora del terreno rescatado de las olas por donde hoy pasa la avenida Santander.

Hoy, luego ser restaurado por la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena, el baluarte es la sede del Museo de las Fortificaciones.


Baluarte de Santa Catalina, Museo de las Fortificaciones
Desde diciembre de 2002, en el interior del Baluarte de Santa Catalina, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena, dio al servicio el Museo de las Fortificaciones.
El Museo de las Fortificaciones, es un Museo de Sitio, un recinto que resume siglos de historia, de una dinámica febril e intensa que fue la construcción de Las Murallas. Un lugar que habrá de servir para hacernos pensar, pensar en el tiempo, pensar en como fueron construidas, en quienes las construyeron, en por que existen en esta Ciudad donde existen y por que son como son. Este espacio no solo yacen respuestas, sino que quedan planteadas preguntas, para todo aquel que tenga capacidad de asombro ante la inmenso esfuerzo humano que hay tras la construcción de la ciudad amurallada.

En el interior del Baluarte de Santa Catalina y utilizando sus espacios como la Casamata (sistema de fortificación subterráneo protegido por el mismo cuerpo de la muralla), el Túnel de Escape o Socorro (este túnel es el único ejemplar que tiene comunicación con el exterior del sector amurallado), la Galería que une la plataforma superior del Baluarte con el área denominada El Espigón de la Tenaza y el Aljibe o Cisterna, como parte integral del Museo. Se ha implementado lo que hemos denominado un Museo Vacío, donde a través de paneles se presenta, obedeciendo aun orden cronológico, la historia de la construcción de las fortificaciones de América del Siglo XV al XIX; información sobre la construcción de fortificaciones en América ( con énfasis en las construidas en Cartagena de Indias); la historia del Baluarte de Santa Catalina y su proceso de restauración adelantado entre 1996 y el año 2000; Perfiles biográficos del Ingeniero Militar Don Antonio de Arévalo y el Defensor de la Ciudad, Don Blas de Lezo; Información sobre el emplazamiento estratégico de Cartagena de Indias; Estrategias utilizadas en la defensa de la Plaza-Fuerte de Cartagena y datos sobre la Carrera de Indias, las incursiones de piratas y corsarios y las medidas tomadas por el Rey Felipe III.

Baluarte de San Ignacio
Los cañones de San Ignacio apuntaban hacia la Bahía de las Ánimas. La misma que hoy abriga el tráfico de cabotaje y que entonces, antes de los rellenos recientes, se extendían por todo el playón entre la Avenida Santander y las cortinas de la ciudad. Por allí navegaban obligadamente, las pequeñas embarcaciones que servían de puente entre los galeones surtos en la Caleta, allá frente al Club de Pesca y la Base Naval, y muelle de la Contaduría, muy cerca del actual despacho del Alcalde Mayor. Su misión era cooperar en el descubrimiento de la avenida de Bocagrande, y desestimular cualquier intento contra el muelle o contra la ribera del arrabal de Getsemaní.

San Ignacio, conocido originalmente como baluarte de los Moros, debió quedar terminado hacia 1630. La obra de Cristóbal de Roda habría de soportar sin embargo, más de un sobresalto jurídico en esta primera etapa de su existencia. En efecto, sobre la cortina contigua, y previas las autorizaciones de rigor, la Compañía de Jesús construyó su claustro y colegio en el sitio mismo que aún ocupan. La anexión religiosa de una construcción militar sobre el “frente de plaza” a la que además, le abren dos pequeños pero peligrosas surtidas puertas, provocó una de esas controversias interminables que hacía quizá más llevadera la casi inmutable tranquilidad colonial. Y fue así como por más de treinta años los ingenieros militares pugnaron por desalojar a los jesuitas obteniendo inclusive una orden de demolición, y estos se defendieron con acciones dilatorias, alegando falta de recursos para mudarse a otra parte.

Por orden real también fue necesario crecer a San Ignacio. Gracias a Juan de Herrera y Sotomayor el baluarte adquirió finalmente hacia 1730, su dimensión actual, con su gran garitón barroco y su rampa de acceso, resurgida hace unos años en el curso de la restauración que demolió el estéticamente desacertado Monumento a la Bandera. También de la época de Herrera, data quizá su nombre actual, San Ignacio, por la iglesia cercana, hoy de San Pedro Claver, que hacía parte del establecimiento de la Compañía. Mejor por supuesto, el santo de Loyola que unos Moros para defender a Cartagena donde estaba ya bien enraizada la tradición de bautizar fuertes y baluartes con todo el Santoral.











CASTILLO DE SAN FELIPE DE BARAJAS


El Castillo San Felipe de Barajas, que evoca con sus muros imponentes el fragor de sangrientas batallas, era el guardián de Cartagena de Indias por la puerta de la “Media Luna”, el único acceso a la ciudad desde el continente.

La fortaleza mas antigua, que corona el originalmente llamado “Cerro de San Lázaro”, es un bonete para 8 piezas de artillería, 20 soldados y 4 artilleros, construido entre 1656 y 1657 por orden del gobernador de la ciudad Don Pedro Zapata de Mendoza, con planos del ingeniero holandés Ricardo Carr y la dirección del maestro mayor Gaspar Mejia. La obra tuvo un costo de 13.235 pesos de oro, pagados en 2/3 partes por los vecinos de Cartagena
.
La fortificación completa del cerro, que convirtió a San Felipe de Barajas en una enorme mole de piedra con 63 cañones, fue terminada en 1798 por el ingeniero militar Antonio de Arévalo, luego de 36 años de duro trabajo.

Con un costo total invaluable en dinero y vidas de esclavos africanos, el castillo es una de las obras mas grandes realizadas en América durante el periodo colonial español.

Construido en 1657 por iniciativa de don Pedro de Zapata, gobernador de Cartagena, el fuerte o “Castillo” de San Felipe se asentó solitario sobre la cima del Cerro de San Lázaro. La estratégica posición que dominaba la Puerta de Tierra o Puerta de la Media Luna, único acceso a la ciudad desde el continente, había preocupado largamente a los estrategas a cargo de la defensa de la plaza.